sábado, 12 de mayo de 2007

CAMPAÑAS MILITARES DEL IMPERIO NEOASIRIO

El imperio neo-asirio

Durante los dos siglos y medio (desde el 1200 al 950 a.C. aproximadamente) de disgregaciones del imperio medio-asirio, quedó determinado un tipo de aperturas entre las tradiciones y las ambiciones de los reyes asirios, que continuaban creyéndose teóricamente señores de todo el territorio en los límites extremos establecidos por el que fue su rey Tukulti-Ninurta I. La realidad, como lo demostraban las incursiones arameas, era que el poder real asirio estaba muy debilitado.

La primera fase de la reanudación imperial asiria, durante un siglo (de la mitad del siglo X a la mitad del siglo IX) consiste en la recuperación por parte del poder real de las fronteras perdidas. Esto se consigue tras una serie de ininterrumpidas campañas militares (al ritmo de una al año). Un primer esbozo de este proceso llega con Ashur-Dan II (934 – 912), ), pero es con Adad-Nirari II (911-891) con quien la situación se vuelve análoga, aunque el asedio ha sido alejado a regiones distantes. Abrió tres frentes contra los babilonios, inició guerras así como también firmó tratados. Sobre el frente arameo su acción puede dividirse en dos directrices: una oeste-este a los pies del monte Kashyari y la victoria sobre el rebelde de la zona y otra directriz norte-sur que desde Nasibina desciende a Khabur. Tukulti-Ninurta (890-884) prosigue con las directrices. Su expedición más árdida es aquella que lo lleva a descender el Wadi Tharthar, a penetrar en territorio babilonio hasta Dur-Kurigalzu y Sippar. Con Assurnasirpal II (883-859) la operación de recuperación y consolidación llega a su punto culminante y puede darse por completada. Interviene en el alto valle del Zab, en Khabkhi y Nairi. No interviene contra Babilonia pero sí decide intervenir contra Bit Adini que en este punto representa una anomalía (ocupa territorio dentro de los confines teóricos de tradición medio-assiria). La llegada de este rey a “otros confines” (a las costas bañadas por el mediterráneo) es importante, no obstante, su prevalente connotación comercial afirma una voluntad de presencia estable que nunca antes se había dado y abre la vía a las intervenciones de Salmanassar III. La gran empresa de Assurnasirpal II es la construcción de una nueva capital en el sitio de Khalkhu (Nimrud).

Recuperadas sus dimensiones tradicionales, el imperio debe afrontar dos problemas, uno de crecida ulterior y uno de reorganización interna. La reorganización parece muy urgente, pero los sucesores de Assurnasirpal II no sabrán o no querrán intervenir, aventurándose en una ulterior expansión no adecuadamente fundamentada.

La primera expansión y la crisis de crecimiento (858 – 745)

El primer sector de intenso empeño militar es el de las montañas septentrionales. Salamanssar III interviene al oeste del Éufrates. A la apertura comercial entra una presencia militar acompañada de destrucción y de acciones forzosas, que pueden dividirse en tres fases:

· Debilitar las posiciones de Bit Adini y asegurarse el paso del gran río
· Combatir contra la coalición que se forma en torno al rey de Damasco
· Expedición dirigida hacia el noroeste, hacia el reino neo-hitita

Salmanassar III intentó extender lo máximo posible, fuera de los confines territoriales, el área tributaria. En cuanto a los territorios “internos”, en el momento ñeque Assiria sale de sus confines y aplica la exacción tributaria a los estados externos, modifica las relaciones de dependencia de la Alta Mesopotamia, rindiéndolo de forma más estrecha a la propia Assiria. Se afirma el principio de que los territorios internos sean gobernados por funcionarios regios, de origen assirio, con carrera y funciones no dinásticas, de fidelidad regia, la política de los últimos predecesores de Salmanassar era bastante cauta, con una cierta estabilización de los confines, con modestas provocaciones.

La intervención militar assiria sobre Babilonia (851 – 850) está todavía sobre la línea de la política precedente, pero también afirma un tipo de presencia y de intromisión que pronto se volverá peligroso.

El reino de Salmanassar III, ya anciano, se cierra en el caos: la lucha de sucesión del trono entre Shamshi-Adad y su hermano Ashur-Da’In-Apla dura seis años, la revuelta inmiscuye a diversas ciudades. Al final, el primero se proclama como el rey Shamshi-Adad V (823 – 811). El problema babilonio subsiste bajo el reinado de Adad-Nirari III (810 – 783). En estos momentos se produce una secuencia elevada de expediciones, desde Siria al mediterráneo. Con Salmanassar III empieza a producirse una disgregación interna, la cual Adad-Nirari III todavía puede controlar.

La segunda expansión y el sistema provincial (744 – 705)

Al finalizar la crisis assiria, a mediados del siglo VIII, se inicia el reinado de Sarduri I, que superando los confines de su territorio, penetra en el estado neo-hitita, recogiendo las funciones antiassirias así como también su rol hegemónico. En esta situación sube al trono assirio Tiglatpileser III (744 – 727), quien debe desempeñar una doble función: darle al imperio un aspecto orgánico y una coherencia interna y establecer frontera con el enemigo externo (con Babilonia y sobre todo con Urartu). Pocos meses tras su entronización, Tiglatpileser III ya combate en Babilonia y apenas en dos años vence en el enfrentamiento decisivo contra Sarduri, Mati-Ilu y los otros confederados (batalla de Kishtan, 743). Los estados conquistados, desde el punto de vista assirio, son todos aquellos “tradicionales”. Pero el problema babilonio todavía persiste. Es ahora el elemento caldeo junto con varios jefes tribales que se califican como los reales opositores de los assirios. Con tal de no perjudicar a estas tribus caldeas, Tiglatpileser acepta a la realeza babilonia.

El reordenamiento interno del Estado assirio procede de la institución de la nueva franja de provincias externas. Se produce una drásticas redimensión de aquellos “feudatarios” que se habían creado amplios y peligrosos espacios de autonomía. El nuevo rey guía personalmente el ejército y consigue la centralización y el monopolio. Tiglatpileser transmite un mensaje de fuerza y de riqueza, exprime la ideología imperial.

El sucesor de Tiglatpileser III, Salmanassar V, tiene un reinado breve (726 – 722) ocupado con Babilonia y completa la sumisión de los estados palestinos (Israel). Las acciones compactas del Estado assirio, eliminando privilegios tradicionales de las ciudades “santas” (Assur, Kharran), provocaron reacciones que lo llevaron a la muerte y a la toma de poder del usurpador Sargon II (721 – 705 à Sharrukin).

Sargon II debe conceder privilegios a las fuerzas que lo han ayudado: Assur y Kharran. Durante su reinado, prosigue con el proceso de centralización y de reordenamiento. Elemento constitutivo de este proceso es también la fundación de una capital “artificial”: Dur-Sharrukin (Khorsabad). En cuanto al desarrollo de su actividad militar, el año de su entronización completa el asedio de Samaria, Hama es reducida a provincia. Sargon se aventura también en los espacios mediterráneos, viendo que la orilla del “mar superior” no es el fin del mundo. Envía una expedición a Chipre y conquista la isla, lo cual le supone un homenaje por parte del rey de Dilum. Ahora se reconstruye un nuevo juego triangular: Assiria, los caldeos y de nuevo el Reino de Elam. Con Sargon, los estados neo-hititas se fueron viendo reducidos en provincias: Karkemish, Malatya, Gurgum, Kummukh…

La octava campaña militar de Sargon (714) es célebre por su importancia político-militar así como por la carta que el rey victorioso le escribe al dios Assur. Sargon recupera el control sobre los Manneos y para acabar saquea Musasir llevándose un rico botín, un duro golpe para el reino de Urartu.

Como ya hiciera Tiglatpileser, también Sargon entra en contacto con el país de los manneos con el elemento indo-iránico. Sargon muere en la batalla en el país de Tabal combatiendo contra los cimerios en un enfrentamiento de modesta importancia. Su hijo y sucesor Sennacherib procurará no nombrar a su padre en sus inscripciones y pronto abandonará la capital Dur-Sharrukin para demostrar el distanciamiento respecto a su padre.

Siglo VII: Apogeo del imperio

Durante los tres cuartos de siglo (705 – 630) bajo el reinado de sólo tres reyes y con la capital finalmente establecida en Nínive, Asiria dirige un imperio que tras las anexiones de Sargon no puede expandirse más en cierta medida. En la periferia del Imperio quedan tres grandes reinos: Egipto, Urartu y Elam. En el interior del imperio queda por resolver el problema babilonio. El reino de Sennacherib (704 – 681) queda bien documentado y el hecho de que no se produzcan campañas militares es debido a una efectiva realidad política. El control assirio retrocede en ciertos puntos: Tabal es ya independiente, Musasir vuelve a pertenecer a Urartu y otras zonas de los Zagros vuelven al reino de Elam. El único empeño militar constante y sostenido es contra Babilonia y acaba con la destrucción de esta ciudad. La destrucción de Babilonia hace de contrapeso a la construcción de Nínive.

Estructura del ejército neo-asirio





El núcleo interno de Asiria alcanza en estos siglos la culminación de su desarrollo demográfico, no tanto por una intensa población en el campo como sobre todo por la presencia de varias ciudades de dimensiones notables a pocos kilómetros las unas de las otras. El nuevo desarrollo viene en el triángulo entre el Tigres y el Gran Zab, donde se hallan las tres capitales neo-assirias: Kalkhu, Dur-Sharrukin y Nínive. Sobre el plano técnico destacan las grandes obras hidráulicas, construidas en zonas de montaña con tallos de roca y excavaciones de túneles.

La actividad militar se sitúa en un primer plano, hecho que conocemos no sólo por los textos celebrativos del imperio, sino también gracias a los documentos sobre su funcionamiento interno. La imagen corriente del imperio asirio es aquella de una “máquina” militar que infunde terror y destrucción por allá donde pasa. En efecto, el número y la consistencia de las expediciones militares conducidas personalmente por el rey o por los máximos generales es realmente impactante. A esta actividad va adjunta aquella menos vistosa pero también laboriosa que se concreta en encuentros menores, en operaciones de patrulla, de guarnición y otras.

En los decenios críticos de la formación del imperio (bajo Salmanassar III, después bajo Tiglatpileser III y Sargón II), la praxis de una campaña al año parece seguida concretamente -obviamente en los meses estivales que coincidían con la mayor afluencia de transitabilidad (bien por montaña o por el atravesamiento de los ríos) y de aprovisionamiento en las regiones atravesadas. El empeño de campañas anuales es muy pesante para la población asiria: el ejército era esencialmente un ejército de corvée, que recogía modestos contingentes auxiliares de los aliados en la zona de operaciones; los militares “de carrera” o “de profesión” quedaban limitados a cuerpos especiales numéricamente reducidos, y la dirección era asignada a los funcionarios de corte que por norma asociaban actividad y competencia de carácter civil y militar- sobre el modelo de cuanto hacía el rey mismo.

Sobre la consistencia de las tropas hallamos datos en los textos celebrativos (con sus obvias aproximaciones y exageraciones) que no de aquellos administrativos. Parece que en el siglo IX los mayores encuentros fueron combatidos por ejércitos compuestos por 10.000/20.000 hombres por bando, lo cual da una idea de la consistencia del cuerpo de expediciones asirias en las campañas más importantes. Un caso señalado como extremo es el de la batalla de Qarqar, donde los confederados sirios llevaron al campo de batalla 4.000 carros, 2.000 caballeros, 1.000 camellos y 55.000 soldados rasos, los cuales se enfrentaron contra un número muy similar de combatientes (aunque un poco inferior) por parte de los asirios.





Los textos de los siglos VIII y VII a.C. carecen de precisión sobre este punto. Es por otro lado casi seguro que los ejércitos del siglo VII a.C. eran más numerosos que aquellos del siglo IX (aproximadamente unas cinco veces más) y que los “costes” en vidas humanas (a los muertos en los combates iban sumadas las pérdidas “fisiológicas” que en la antigüedad eran muy graves) crecieron en proporción.

El ejército se subdividía en varias especialidades: la masa de la infantería tiende a diferenciarse entre arqueros y combatientes con escudo y lanza, el cuerpo de los carros es todavía importante, pero no tan determinante como en el Bronce Tardío y como elemento móvil, crece el rol de la caballería. El ejército asirio debía también adaptarse al tipo de enemigo que tenía enfrente, ya que habían importantes diferencias entre ejércitos como los de Babilonia y los de Elam, así como también los de los estados siriopalestinos, los cuales acudían con carros e infantería pesada y en ocasiones prevalecían los arqueros y la caballería de las gentes iraníes, o incluso las tropas de camellos de los árabes. La batalla campal era extraña, muchas expediciones culminaban más bien en una serie de asedios a las ciudadelas enemigas. Importante era asimismo el cuerpo de ingenieros (encargados de la apertura de senderos en montaña, del atravesamiento de ríos… además de la creación de máquinas de asedio).

El armamento queda documentado en la iconografía de los relieves celebrativos y en los restos arqueológicos. En las ciudades asirias estaban concentrados en depósitos arsenales grandes cuantitativamente en armas y carros. La maquinaria bélica asiria ha necesitado sobretodo dos tipos de refuerzos: caballos y bronce. En cuanto a la estructura operativa del ejército, a su subdivisión en módulos fijos, a su disposición en el terreno, a las jerarquías de comando… todas estas cuestiones están hoy día poco definidas. Se propone para los carros una estructuración en escuadrones de 53 (106 personas), pero esto es extraído de un solo texto que no es necesariamente paradigmático.

La guía del ejército es asunto personal del rey (o eventualmente de un general en su ausencia) en respuesta a la ideología real constituida ya en edad medio-asiria. Al lado del rey están los mismos dignatarios de corte y de la administración central, de los cuales se puede delinear una especie de organigrama.



La organización de las tierras conquistadas atraviesa dos grandes fases, con el momento de paso a mediados del siglo VIII. Antes de esta fecha el imperio distingue dos diversas franjas territoriales. Una primera franja corresponde al territorio de vieja conquista medio-assiria, entre el Éufrates al oeste y las primeras pendientes de los Zagros al este, un territorio éste donde la presencia assiria queda progresivamente concretada en una red de centros urbanos propiamente assirios. El control y la explotación de esta primera franja es encomendado a funcionarios de la periferia (Saknu). La segunda franja queda compuesta por los reinos limítrofes bajo relaciones tributarias. La presencia assiria estable es limitadísima y las dinastías locales mantenían la autonomía.

La “reforma” de Tiglatpileser III establece la dependencia al rey assirio, extendiendo un sistema “provincial”, también en la zona externa, donde los reinos autónomos son transformados en provincias asirías. A gobernar en las provincias vinieron enviados funcionarios de nómina regia. Las provincias “internas” quedaron como las más prestigiosas y se reservaron a los máximos dignatarios de corte.

En la franja externa el sistema provincial operó aproximadamente un siglo (finales VIII – finales VII); la presencia de elementos assirios quedaba numéricamente reducida y casi irrelevante.

Un elemento central y notorio del proceso de aculturación fueron las deportaciones, con el motivo de repoblar el campo y las ciudades.
La periferia del imperio

Puesto que cada imperio “genera” sin fin su periferia, todavía al término de la edad neo-assiria subsisten entidades étnicas y formaciones políticas circunstantes, como es el caso de los árabes, que entran en contacto con el mundo assirio desde su frontera meridional (la medialuna fértil). Se deberá atender a la constitución del imperio aqueménida, en el siglo V, para asistir a una revitalización del tráfico marítimo en el golfo pérsico. Realmente, la directriz más continua y consistente para los contactos entre árabes y assirios es sin duda la ruta de las caravanas, la cual llega desde Yemen hasta la Transjordania y la Siria interior. Desde la óptica assiria los árabes son generalmente asociados a los estados sirio-palestinos del interior. Diversos reyes egipcios, desde Salmanassar III a Sennacherib, debieron enfrentarse en alguna ocasión contra los árabes.

Las nuevas teconologías de la edad del hierro abrieron una nueva fase, dotando a las gentes de la península arábica de una potencialidad comercial y militar con la que los estados de la fértil medialuna deberán saldar cuentas. Y es hacia finales del siglo VI cuando se puede situar el emerger de una alta cultura sudarábica: el imperio aqueménida.

El interés assirio (y también sirio-palestino) por los árabes es sobre todo comercial. El comercio queda bien caracterizado, tanto en los modos (mediante caravanas) como con los productos (oro, incienso, “aromas”, piedras preciosas).

Urartu: los acontecimientos políticos

En edad medio-assiria se utilizaba el término Nairi para designar globalmente toda una serie de formaciones políticas dispuestas sobre el arco montañoso que circunda al norte del territorio assirio. La mayor parte de los enfrentamientos se producían por esta zona, situación que se perpetúa durante los primeros siglos del primer milenio.

A mediados del siglo IX Salmanassar III debe hacer frente por vez primera a un cierto Arame el Urarteo (858 – 844) y después a Sarduri I, hijo de Lutipri rey de Urartu. Urartu ha establecido un centro político bien establecido en Tushpa sobre el lago de Van. Las influencias asirías sobre el naciente reino urarteo son evidentes: en la arquitectura, en la titulación real, en el uso de redactar en assirio las primeras inscripciones reales urarteas y probablemente también en el ejército y la administración.

En los 90 años que van entre 830 y 740, aprovechando la debilidad de Asiria, el reino de Urartu adquiere una mayor competencia, extiende su hegemonía en todo el complejo de las altas tierras armenias. En estas fechas empiezan a verse inscripciones reales ya redactadas en urarteo (o en bilingüe assirio/urarteo). Con el rey Menua se desarrolla una enorme actividad edilicia siempre dirigida a tres tipos de intervención característica: ciudades “regias” con muralla, fortalezas de defensa y obras de canalización. La expansión sigue un curso oeste-este. Con Argishti I (786 – 764) la expansión urartea alcanza probablemente su punto culminante y los anales del rey redactan con detalle las campañas militares. Con todas las anexiones, el centro del reino, Van, parece ahora descentrado hacia el sur. La actividad política de Argishti I es seguida por Sarduri II (764 – 734) que llega hasta el mar Negro. A diferencia de Manua y Argishti, Sarduri II no teme enfrentarse a los assirios y cuando Tiglatpileser III llega al poder se enfrenta a los urarteos demostrando el poder assirio. El sucesor de Sarduri II, Rusa I (734 – 714), es un usurpador así como un reformador religioso y un hábil gobernante que intenta recuperar terreno sobre Assiria mediante alianzas. Pero con la entronización de Sargon II en Assiria, Urartu se ve seriamente amenazada. El período posterior a la muerte de Rusa I se ha descrito como un periodo de repliegue y crisis para Urartu. En el 585, englobado dentro del reino de Media, Urartu acabará automáticamente por constituirse en una satrapía del imperio aqueménida, pero ya bajo el nombre de Armenia.

La estructura de Urartu es de tipo cantonal, fuertemente condicionada por el relieve montañoso (montañas boscosas en buena medida), la población se concentraba en los valles así como en las cuencas lacustres (1000 metros). La población sufre un notable desarrollo durante los siglos VIII – VII.

Se aprecia un gran esfuerzo por parte del Estado central de dotar al territorio de puntos fortificados (lo cual representa el proceso de formación del estado urarteo). En el centro del estado urarteo se encuentra el rey, con su titulatura de inspiración assiria (“rey fuerte”, “rey grande”), con su aparato de funcionarios centrales y periféricos, con su aparato celebrativo.

En campaña se daba la habitual tripartición en carros, caballeros e infantería, pero el número de carros era numéricamente reducido y mal utilizado en territorio montañoso. Se encontraba así lejos de poder competir contra el imperio assirio.

Enfrentamientos con el reino neo-elámico

A mediados del siglo VIII, después de casi cuatro siglos sin noticias, el Reino de Elam reaparece en los acontecimientos históricos del Próximo Oriente. Este último siglo de historia neo-elámica viene definido para este reino señalado por un estancamiento durante los siglos XIII – XII, respecto al cual sí hay una sensible continuidad, aunque también un repliegue.

La estructura del reino neo-elámico se resiente todavía de la fragmentación y complejidad determinada por la configuración geográfica. Se entreve ahora un sistema político en el que el rey soberano (que ahora reside en Susa) está rodeado de una serie de mayores, todos más o menos parientes suyos, que gobiernan cantones y ciudades y que son en algún modo, interesados a la sucesión del trono. Se considera que en el siglo de historia neo-elámica (740 – 640) se sucedieron en el trono de Susa doce reyes. Esta inestabilidad política constituye un elemento de debilidad. Otro elemento de debilidad quedaba patente (a los ojos de los asirios) en la elevada ornamentación de templos y armas y a su poca funcionalidad.

La política neo-elámica puede centrarse en una estrategia de control de las vías de comunicación y de comercio, intentando cortar el comercio marítimo assirio, o por lo menos evitar que tenga un control estable.

Una primera fase de los enfrentamientos militares entre asirios y elámicos abarca la segunda mitad del siglo VIII a.C. Mientras que los textos de Tiglatpileser III no hacen mención acerca del reino de Elam. En tiempos de Sargón II, el rey elamita Khumbamnigash I aparece aliado con el caldeo Marduk-apla-iddina y se encuentra en Der contra los asirios (720). Sólo diez años después Sargón será consciente de la alianza elámico-caldea, siendo ahora rey de Elam Shutruk-Nakhunte II. Como consecuencia, Asiria se adentra en recuperar el control sobre los pueblos de los Zagros, cerrando la “tijera” comercial elámica. Cuando Sennacherib ascendió al trono de Asiria, Shutruk-Nakhunte II intentó recuperar las posiciones perdidas, de nuevo comandando las fuerzas anti-asirias en Babilonia, pero fue batido en Kish y se vio obligado a replegarse. El año siguiente, los asirios volvieron a esta zona en los Zagros para reforzar sus posiciones, añadiendo al preexistente fuerte de Kharkhar (Kar-Sharrukin) la nueva Kar-Sennacherib como ulterior centro de control político y comercial. Mientras que en Elam había un relevo en el trono, la situación continuaba siendo alternativamente aventajando a unos y a otros: expedición de Sennacherib hasta el territorio elámico del Golfo; contraincursión elámica hasta Babilonia septentrional con la toma de Sippar; victoria asiria en Nippur; nueva incursión de Sennacherib hasta los umbrales de Elam, con una presión que le costó el trono al Elam.

El sucesivo rey de Elam, Khumban-nimena III (el Menanu de los textos asirios) reorganizó la coalición anti-asiria y se enfrentó a Sennacherib en la batalla campal de Khalulê, batalla que el asirio celebró como una victoria propia, pero que en realidad supuso para él una detención, comportó un realce de las regiones para él desfavorables y provocó dos años después la dura reacción de la destrucción de Babilonia.

Enfrentamientos con Frigia y Lidia

Las primeras incursiones llegaron a resguardo del alto Tigris en el curso del siglo XII y pronto fueron rechazadas por Tiglatpileser I. Desde ahora hasta el inicio del siglo VIII, el silencio de las fuentes escritas corresponde a un lento proceso arqueológicamente documentado de crecida de la cultura material y de las formas de organización socio-política en el altiplano anatólico. La culminación de este proceso es la constitución de un reino unitario de los Frigios que representó la potencia hegemónica de la Anatolia centro-occidental y la herencia en buena medida (sobre el plano geopolítico) del reino hitita caído medio milenio antes. Más bien el reino de Frigia se derrumbará a inicios del siglo VII bajo el golpe de los cimerios. La capital del reino se encontraba en Gordion. Por las noticias griegas parece que los reyes de Frigia se llamaron alternativamente Midas y Gordion. Por parte assiria, las únicas noticias referentes a la Frigia son la participación en un juego a tres bandas junto con Urartu y la propia Assiria por el control de los estados neo-hititas y en particular con Tabal y Khilakku.


Finalmente, las incursiones de los cimerios desestabilizaron toda el área y a inicios del siglo VII destruyeron Gordion. La caída del reino de Frigia no significa la caída de la cultura frigia. Poco después, en el 670, se constituye una nueva entidad política, hegemónica, en cualquier modo heredera del reino de Frigia. Es el reino de Lidia, con capital en Sardi, donde asume el poder una dinastía fundada por Gige, quien, atravesando diversas etapas llegará a controlar toda la Anatolia centro-occidental. Sus sucesores, Ardys, Sadiatte y Aliatte, procurarán consolidar el reino de Lidia y expulsar los últimos restos de los cimerios, así como ocupar las ciudades griegas de la costa. El largo reinado de Aliatte representa probablemente el período de mayor desarrollo y solidez en el reino de Lidia. En Oriente, los cambios sufridos eran notables: tras la caída de Assiria y Urartu se alzaba el joven reino de Media, con quienes tras un enfrentamiento firmaron una paz sujetada por un matrimonio dinástico. El último rey de Lidia es Creso, quien intentó aliarse con los dirigentes de diversos países para combatir contra Ciro, el cual acabó por destruir Sardi y anexionar Lidia a Media.